En el pasillo surgió de la nada.
¿Un ángel? ¿Un hada?
Cupido atacó con su espada.
¿Su sonrisa? ¿Su mirada?
Ante los dos pozos negros,
que por ojos lleva en el rostro,
con ánimo compongo alegros
y mi corazón sin dudar postro.
Que su pelo largo y sedoso
acaricie mi mejilla,
es mi sueño más hermoso
en mis noches de vigilia.
Su mano toca mi pecho,
mi corazón su alma;
sólo pienso ese derecho
en la noche, ambos, en calma.
Junto a esa tensión leve
que de sus labios hacia arriba tira,
tórnase mi corazón, cual lira,
en música de alegría breve.
Siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.
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