Es mi amigo, al sonar,
el silencio de la noche,
ayudando a que derroche
mi tiempo de descansar.
El crujido del papel
y de mi pluma el roce
acompañan mi esboce
cual mármol y cincel.
Mas no ha ser agradable
mi tiempo a oscuras despierto,
pues parece ojo de tuerto
mi enfermedad inefable.
Nací ya en su compaña,
la creí habitual,
pero sentía más su mal
al ahogarme en su maraña.
Pasaba y pasaba la vida
sin casi poder dormir,
cansado al escribir
mis horas oscuras de huida.
Y con un violín en mi mente
y un pensamiento en la mano,
despedía, ya anciano,
a un pasado presente.
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