domingo, 24 de noviembre de 2013

Se acabó:

Irónico, ¿verdad? Que aquella que me inspira sea la misma que me roba la vida, el alma. Que sea dueña de mis pensamientos y corazón. Que aguarde meses con él ahí, por ella, sin que sospeche ni mínimamente lo mucho que sufro cada día. Que aguarde meses, con la esperanza de que me elija a mí y no a él. Vana esperanza. Decidió que había llegado el momento de elegir. Y pudiendo elegir empezar el resto de nuestra vida juntos, decidió echarme de su vida. Y entonces, igual que cuando la conocí supe lo que era el verdadero amor, supe lo que era el verdadero dolor. Sentí literalmente cómo una fría hoja de acero me atravesaba el pecho, de lado a lado. Todavía no sé si desde delante o desde atrás. Pero ojalá hubiese sido una hoja real y no metafórica. Pues ahora soy un muerto en vida. Pues ahora he perdido mi motivo para vivir, para seguir adelante. He perdido una parte de mí. Habría preferido que me amputasen las piernas. No hay palabras para describir el dolor de que me haya hechado de su vida. No hay palabras... No hay palabras...
Siempre tuyo,
G.
P.D.: Siempre te querré. P.D.2: Acuérdate de Nora.

Sigue siendo ella:

No la tengo. No es mía. Pero yo sí que soy suyo, nunca dejé de serlo. ¿Qué puedo hacer, sin esperar a que se decida? La quiero. La amo. Es la muejer de mi vida. La futura madre de mis hijos. Aquella con quien quiero envejecer. ¿Ella me quiere? Parece ser. ¿Pero por qué no se entrega a mí, entonces?
Siempre tuyo,
G.
P.D.: Te quiero.