miércoles, 29 de junio de 2011

Querida N:

Yo que soy un animal, que no
entiendo de nada, que todo me
sale mal. Te tuve 100 días, dentro
de mi cama, no te supe aprovechar.

Ando perdido pensando que estás
sola y pude haber sido tu abrigo
cuelgo de un hilo, rebaño las sobras
que aún quedan de tu cariño.

Yo que me quiero aliviar escribiéndote
un tema diciéndote la verdad
cumplo condena por ese mal
día haberte dejado marchar.

Yo pienso en aquella tarde
cuando me arrepentí de todo.
Daría, todo lo daría por estar
contigo y no sentirme sólo.

A ti que te supo tan mal que yo
me encariñara con esa facilidad
me emborrachara los días
que tú no tenías que trabajar.

Era un domingo llegaba después
de tres días comiendo el mundo.
Todo se acaba dijiste mirándome
que ya no estábamos juntos.

Yo pienso en aquella tarde
cuando me arrepentí de todo.
Daría, todo lo daría por estar
contigo y no sentirme sólo.

Yo pienso en aquella tarde
cuando me arrepentí de todo.
Daría, todo lo daría por estar
contigo y no sentirme sólo.

Yo pienso en aquella tarde
cuando me arrepentí de todo.

Yo pienso en aquella tarde
cuando me arrepentí de todo.
                                                                                                                    Siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.

miércoles, 22 de junio de 2011

Querida E:

Me siento a pensar un segundo, y lo único que me viene a la mente eres tú. Intento esconder lo que te echo de menos, pero no lo consigo. La última vez lo llamaste obsesión pasajera. ¿Y ahora que ya llevo así dos años? ¿Obsesión duradera? No sé como hacer para que te des cuenta de que lo que siento no va a cambiar, que no es un capricho, que yo estaré esperándote siempre, que puedes utilizarme para desahogarte cuando lo necesites, que tendrás en mí un amigo mientras lo quieras, un oído atento a cualquier sonido o un hombro impermeable. Quiero que sepas que yo no me rendiré, que estaré aquí esperando mi oportunidad, una oportunidad que puede que nunca llegue, pero por esa pequeña posibilidad de que sí, yo seguiré atento y vigilante a cualquier señal que quieras mandarme.
                                                                                    Siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.

Querida R:

Aquel día -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba...

-Me vas a olvidar -dijiste-.
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven... -Presente
has de estar siempre en mi alma.

-Ya lo verás cuando vuelva.
Te escribiré muchas cartas.
Adiós, adiós... Me entregaste
tu mano suave y rosada,

y, entre mis dedos, tu mano,
fría de emoción, temblaba.
... Sentí el roce de un anillo
como una promesa vaga...

Yo no me atreví a mirarte,
pero sin verte notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban de lágrimas.

Me lo decía tu mano
en la mía abandonada,
y aquel estremecimiento,
y aquel temblor de tu alma.

Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.
... Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.

                                                                              Siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.

martes, 21 de junio de 2011

Querida I:

Hoy, al fin he caído en la cuenta de que la naturaleza es sabia. Pone a cada uno en su sitio, otorga lo merecido. Lo que nosotros conocemos como "desgracias", son en realidad avisos, para que no olvidemos nuestra condición de seres inferiores sujetos a unas reglas que no controlamos. ¿Quién nos dice que nuestra desafortunada separación no es sino otra de sus indescifrables pruebas? ¿Quién nos dice que no volveremos a reunirnos de aquí a un tiempo? Deseo fervientemente volver a verte, escuchar tu suave y dulce voz acariciando mis oídos al tiempo que tus manos y tu respiración acelerada lo hacen con mi piel, al tiempo que tus profundos ojos marrones se sumergen en los míos, arrancándome mis secretos más ocultos, al tiempo que tu olor me hace enloquecer de nuevo. Sé que gracias a Dios, no eres perfecta, puesto que también en ese sentido la naturaleza ha sido sabia: lo perfecto sería aburrido, tedioso. Porque cuando quieres a una persona, no la quieres sólo por sus virtudes, sino también por sus defectos. Porque cuando realmente amas a una persona, esperas lo que haga falta para entregarte a ella sin reservas ni condiciones. Ahora, el tiempo apremia, otra de las genialidades de la naturaleza, pues de lo contrario nunca pasaría el tiempo que falta para verme de nuevo reflejado en los espejos de tus ojos, las puertas de tu alma. Ojalá pudiera leerte esta carta yo mismo, al calor de una hoguera, con la cabeza apoyada en tu regazo. Hasta que ese ansiado momento llegue, rezaré al destino para que me permita llegar a ser
                                                                                   siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.