Hoy, al fin he caído en la cuenta de que la naturaleza es sabia. Pone a cada uno en su sitio, otorga lo merecido. Lo que nosotros conocemos como "desgracias", son en realidad avisos, para que no olvidemos nuestra condición de seres inferiores sujetos a unas reglas que no controlamos. ¿Quién nos dice que nuestra desafortunada separación no es sino otra de sus indescifrables pruebas? ¿Quién nos dice que no volveremos a reunirnos de aquí a un tiempo? Deseo fervientemente volver a verte, escuchar tu suave y dulce voz acariciando mis oídos al tiempo que tus manos y tu respiración acelerada lo hacen con mi piel, al tiempo que tus profundos ojos marrones se sumergen en los míos, arrancándome mis secretos más ocultos, al tiempo que tu olor me hace enloquecer de nuevo. Sé que gracias a Dios, no eres perfecta, puesto que también en ese sentido la naturaleza ha sido sabia: lo perfecto sería aburrido, tedioso. Porque cuando quieres a una persona, no la quieres sólo por sus virtudes, sino también por sus defectos. Porque cuando realmente amas a una persona, esperas lo que haga falta para entregarte a ella sin reservas ni condiciones. Ahora, el tiempo apremia, otra de las genialidades de la naturaleza, pues de lo contrario nunca pasaría el tiempo que falta para verme de nuevo reflejado en los espejos de tus ojos, las puertas de tu alma. Ojalá pudiera leerte esta carta yo mismo, al calor de una hoguera, con la cabeza apoyada en tu regazo. Hasta que ese ansiado momento llegue, rezaré al destino para que me permita llegar a ser
siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.
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