martes, 21 de junio de 2016

Sexo

Hay gente para la cuál el sexo es un intercambio de fluidos. ¿Qué diferencia hay en eso con una puta? Tanto para ella como para él, no me malinterpretes. No critico a la gente que busca eso, si todos buscásemos lo mismo el mundo sería muy aburrido, ¿no? Para mí el sexo tiene que ser algo más. Tiene que ser como esa primera vez que coges de la mano a esa persona por la que sientes algo especial, cuando te lanzas sin saber cómo reaccionará. Cuando estás sentado al lado de ella y, de repente , mientras le acercas lentamente la mano, sientes que tu pulso se acelera, incluso tu corazón da un salto, tus pelos se ponen de punta y tu respiración se detiene. Y en ese instante, justo en ese instante en que podrías percibir todas y cada una de las partículas del aire ante ti en todos sus aspectos gracias a la adrenalina que recorre tus venas a toda velocidad, a lo único que prestas atención es al tacto de su mano, a como la rozas con la tuya, a cómo se acomodan la una a la otra como si de piezas de un puzzle se tratasen, a cómo los dedos se entrelazan como si llevasen toda la vida haciéndolo, o esperando para hacerlo. Y mientras eres consciente de todo esto, tienes que mirar tu mano, para asegurarte de que es la tuya la que vive ese momento y no otra, y tras confirmarlo subes la mirada y te encuentras con sus ojos realizando la misma operación, expresando el mismo hormigueo en la base del estómago. Esa magia es el sexo. Cada una de las veces.

lunes, 15 de febrero de 2016

Puertas

Cuando una puerta se cierra, me pregunto qué he hecho mal. Las puertas no se cierran solas, y una oportunidad perdida o desperdiciada es algo que me desquicia, algo que realmente me hace llorar.
Por otro lado, sí que es una sorpresa cuando una puerta se abre. Puede incluso ser una puerta que lleve ahí años y de cuya presencia te percates cuando, al coger el pomo, cuya existencia ignorabas, notas cómo alguien hace lo mismo desde el otro lado. Son puertas que hacen llorar, reír, pasar noches sin ser capaz de pegar ojo o sin querer hacerlo; puertas nuevas y milenarias, vitales o insignificantes, majestuosas, sencillas, llamativas. Son puertas que veremos una sola vez en la vida o que identificaremos con el hogar, puertas que nunca se cerrarán y otras de las que ni siquiera tendremos la llave. Puertas de todos los colores y de ninguno, tactos, sonidos, olores y sabores. Puertas mágicas, ocultas, puertas trampa, puertas rudas, refinadas, frágiles y seguras. Puertas que no llevan a ningún lado, otras que no quieres abrir, y las hay que contienen mundos enteros. Pero lo importante, lo verdadera y únicamente importante de esas puertas, es lo que hay detrás.
¿De qué nos valen si no las abrimos?