Hola. Después de tanto tiempo, vuelvo a escribir para hablar de ella. Últimamente ando un poco ocupado. Después de cinco años queriendo ser oficial de Infantería de Marina, acabado el bachilleraro he decidido entrar en la ESAD. La Escuela Superior de Arte Dramático. Quiero ser actor. Tomar esa decisión me hizo increíblemente feliz. ¿Y mis amigos, de quienes esperaba alguna burla, alguna risa, alguna recriminación por elegir una carrera de futuro tan incierto y determinado por la suerte? Mi decisión me hizo aún más feliz cuando todos mis amigos me felicitaron y me demostraron su apoyo a mi decisión. Un apoyo que sinceramente no esperaba. Creía que ya tenía cubierto el cupo por un tiempo... y resultó que no. Cuando entré por la puerta para hacer la primera prueba práctica la vi. Ahí estaba, de pie en el medio de la sala, hablando con un par de compañeros, nerviosa por lo que nos esperaba, pero irradiando seguridad en sí misma. Su sonrisa me cautivó desde el momento en que llegué. Su mirada me atrapó en cuanto me dirigió esos dos oscuros agujeros. Dos oscuros agujeros y una luminosa sonrisa que provocaron un único pensamiento: "Es ella". Tenía su indomable melena rubia recogida. Y la prueba empezó. Todos nos dejamos llevar, estábamos allí para eso. Y cada vez que me cruzaba con ella, la sonrisa, esa sonrisa sincera, con toda la cara implicada en ella, esa sonrisa que por un momento me dirigía a mí y sólo a mí, me hacía caer más y más en sus redes. Acababa de conocerla y ya estaba enamorado. Entonces empecé a creer en los flechazos. En el amor a primera vista. Intenté, hasta que lo conseguí, ver su nombre en la pegatina. Un nombre especial único como ella. Bonito. Un nombre que le iba realmente bien. Cada momento que la miraba, cada instante sentado a su lado, fue inolvidable. El siguiente día se me hizo eterno. ¡Un día entero esperando para verla de nuevo! Se me hizo insufrible. Y llegó el día de la segunda prueba. Llegó tarde. Creí que se había retirado, no era normal que llegase tarde. Respiré tranquilo cuando escuché la puerta y vi que era ella. Estaba tan guapa... Incluso en la sencillez y comodidad que se nos exigía para los ejercicios ella destacaba por encima de los demás. Su dorada cabellera caía salvaje sobre sus hombros, al descubierto, acariciando su lisa y morena piel. Y sólo pude pensar una cosa. Tenemos que entrar los dos. Después de tanto tiempo buscando esto, lo he encontrado donde no creí que lo haría. Esto no puede acabar así. Y no lo hará.
Siempre tuyo, G.
P.D.: Te quiero.